Asturias, no
cabe la menor duda, posee uno de los
patrimonios mas ricos en cantidad y variedad de canción tradicional, la llamada
tonada o asturianada. Por ello, no parecería necesario insistir sobre la idea
de los valores del “canto tradicional asturiano”. Sin embargo, en estos
momentos que vivimos de gran dificultad económica para todos, surge con más
fuerza, si cabe, la necesidad de apoyarse en nuestros valores ancestrales de
tradición oral, los que nos identifican como un pueblo con entidad propia y de
indudables valores culturales.
El canto es,
sin lugar a dudas, una expresión artística que nos proyecta hacia el exterior y
muestra nuestra idiosincrasia como pueblo; texto, voz e instrumentos
acompañantes y solísticos, configuran una voz poderosa a la hora de esa
necesidad de cultivar el alma y, porqué no decirlo, la conveniencia de mostrar
nuestros valores como pueblo de cultura ancestral.
Hay muchas
variantes de canción asturiana: tonadas, vaqueiras, alleranas, canciones de
gaita, giraldillas… Y otras muchas, no menos significativas, que configuran ese
mosaico tan variado y de tan gran riqueza melódica y estilística que posee la
canción tradicional asturiana.
Al hilo de toda
esta reflexión, me permito la sugerencia de trabajar en la buena praxis de este
repertorio autóctono, con estudios que nos permitan desarrollar las técnicas de
interpretación adecuadas, y me atrevería a decir que convendría revisar su
aplicación correcta. Existe en estos momentos un movimiento emergente de intérpretes
de canción asturiana muy cualificado, rico en calidad y cantidad, lo que
representa un caldo de cultivo más que suficiente para plantearse una actividad
docente encaminada a la vigilancia de una enseñanza adecuada a la hora de
interpretar este repertorio en el que, en mi opinión, a veces se descuida un
tanto la técnica vocal y el propio estilo. Voy más allá y afirmo que, a pesar
de la idea bastante extendida de que estudiar la técnica vocal para una buena
conservación de la voz va en contra de la pureza de lo tradicional, a mi modo
de ver es un error. No hay que olvidar que el canto, aunque sea el tradicional,
es un espectáculo, una expresión artística que se proyecta buscando la
aprobación del público que lo consume; por lo tanto, busquemos la utilización
adecuada de la técnica para permitirnos un discurso atractivo en lo artístico
sin perder la referencia de lo tradicional o autóctono. Valdría la pena, pues,
explorar e investigar en la renovación del género; para que esa renovación se
produzca, conviene aportar nuevos
textos y nuevas músicas con el fin de sumar aportaciones literarias como las
del Antonio Gamoneda y otros
escritores y compositores asturianos, que nos permitan plantear un discurso
con valor literario y musical. Se
alcanzaría así a interesar a un espectro
de la sociedad que, por las razones que sea, no consume este producto cultural
y etnográfico.
Mi idea sería que la mayoría de los asturianos se sintieran
identificados con su literatura-poética cantada. Como antes decía, todo el
trabajo que durante tantos años se ha venido realizando por parte de autores,
intérpretes (cantantes e instrumentistas) y asociaciones, han creado una
realidad que nos abre ahora la posibilidad de dar un paso hacia el futuro, ser
un poco más ambiciosos y plantearnos esa renovación de la que hablo.
Mi experiencia
de treinta años de carrera como cantante y, puntualmente como compositor de
canciones asturianas y otras obras, me permite decir que en mis recitales en
todo este largo recorrido por gran parte de Europa y América y por supuesto en
España, -y no cuento Asturias donde sería más fácil el éxito por razones
lógicas de sentimiento-, he podido comprobar que canciones como “Si yo fuera
picador”, “Paxarin parleru”, “Ay de mi que me oscurece” y tantas otras, han
sido siempre éxito asegurado; eso sí, siempre he procurado aunar los
conocimientos técnicos con mi condición de intérprete de esa tonada
que he herededo de mis mayores. Y ese
sentimiento asturiano, unido a la interpretación cuidadosa, a un trabajo técnico
vocal elaborado, es el que estoy convencido merece la pena transmitir a las
generaciones futuras.
Joaquin Pixan
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