sábado, 7 de septiembre de 2013

MAÑANA TENDREMOS LA OPORTUNIDAD DE HACERNOS CON LA MISA DE GAITA GRABADA POR JOAQUÍN PIXAN, QUE OFRECE "LA NUEVA ESPAÑA" POR MENOS DE CINCO EUROS

Grabación de la  «Misa de Gaita» en Cornellana
LA NUEVA ESPAÑA celebra mañana el Día de Asturias ofreciendo a sus lectores -por sólo 4,95 euros más el periódico del día- una auténtica joya de la tradición musical de la región: la centenaria misa de gaita interpretada por el tenor Joaquín Pixán y por el gaitero José Ángel Hevia, en un disco que también incluye seis piezas de tonada. Son «Adiós, llugarín de Pión», «Arrea, carretero», «Arrimadín a aquel roble», «Carromatero», «Hay una línea trazada» y «Cuatro Polas». «La interpretación que el pueblo hace del gregoriano, sin apartarse del esquema del canto llano, pero añadiendo a él toda la expresión étnica, vocal e instrumental». Ésta es la definición que hizo Antonio Cea de la misa de gaita, una auténtica reliquia que el Gobierno del Principado quiere proteger como bien de interés cultural (BIC) y que este diario pone ahora a disposición de sus lectores. Se trata de una versión que Ángel Medina, catedrático de Musicología de la Universidad de Oviedo y autor de un libro sobre esta pieza, calificó de «magistral» en el acto de presentación, celebrado el pasado jueves en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA. Además de Pixán y de Hevia, en la interpretación de la misa participa el coro de alumnas de la Escuela de Música de Cangas del Narcea, dirigido por Isabel López Parrondo y con Ana Bello como solista. El tambor es de María José Hevia. Otra de las características destacables del disco, grabado en la iglesia de Santa Eulalia de Cabranes y en el santuario del Acebo, es que la portada reproduce un cuadro del pintor asturiano José Legazpi.

domingo, 1 de septiembre de 2013

MISA DE GAITA INTERPRETADA POR JOAQUÍN PIXÁN Y JOSÉ ÁNGEL HEVIA, EL PRÓXIMO DOMINGO CON "LA NUEVA ESPAÑA"

José Ángel Hevia y Joaquín Pixán

LA NUEVA ESPAÑA ofrece a sus lectores el próximo domingo, coincidiendo con el Día de Asturias, una joya de la cultura regional: la misa de gaita, interpretada por el tenor Joaquín Pixán y el gaitero José Ángel Hevia, y con la colaboración del musicólogo Ángel Medina. De cómo eran aquellas celebraciones cantadas trata este artículo en el que el catedrático Jesús Menéndez Peláez cuenta su propia vivencia de cuando era niño y monaguillo del cura de Lavio, en Salas. 
                                                                                                                                (La Nueva España, 1 de septiembre de 2013)

La primera parte del título de esta reseña corresponde a la obra recientemente publicada (a.2012) de Ángel Medina, catedrático de Musicología de la Universidad de Oviedo, una verdadera obra maestra escrita con rigor y a la vez con amenidad, dos cualidades que caracterizan siempre las investigaciones del admirado colega. La impronta de esta publicación queda constatada, a pesar del escaso tiempo que media su publicación, en reseñas nacionales y extranjeras de revistas especialidades de musicología y de etnografía. En todas ellas se destaca la importancia de que Asturias sea depositaria de una tradición, aun viva, que fue común a otras comunidades en las que ya es un mero recuerdo.

Si esta manifestación cultural tiene esta apreciación en el mundo académico laico, dada su naturaleza religiosa, vinculada a la catolicidad de nuestra región, la Iglesia asturiana, desde su cúspide, apoyará con el mismo entusiasmo este proyecto de la Fundación Valdés-Salas. Muchos informantes de la obra del profesor Ángel Medina son veteranos sacerdotes cuyas gargantas entonaron en su día los textos canónicos del ordinario de la misa con los melismas característicos de esta versión asturiana acompañada de la gaita en sus distintas variantes. Pero hay un protagonista de excepción: don Ramón Díaz y Díaz, natural de Villazón. Para las gentes de mi generación del concejo de Salas don Ramón era, ante todo y sobre todo, el cura de Lavio, desde finales de la guerra hasta bien entrada la década del cincuenta en que pasaría a serlo de Mallecina, también del concejo de Salas.

Fui uno de los monaguillos de don Ramón desde los 6 a los 12 años en los más de veinte que estuvo en nuestra parroquia de Lavio; él me enseñó a cantar la «Misa de Angelis» que yo interpretaba «a capella» casi todos los domingos. Permítaseme una anécdota. En aquellos años de la década de los años cincuenta del pasado siglo, la parroquia de Lavio -antiguo coto con su ayuntamiento- tenía una populosa población, particularmente en las brañas; casi todas las semanas había que llevar el viático a algún enfermo: Faeu, Brañasivil, Las Gallinas, Buscabreiro? Yo acompañaba a don Ramón, que iba a caballo, mientras que quien subscribe llevaba la campanilla, pregonera de la presencia del Santísimo, y de un farol. Aún conservo, como verdadero cuadro costumbrista, la imagen de mis paisanos, a los que podía poner nombre y apellidos, arrodillados y despojados de su boina, musitando alguna oración al paso de aquella humilde pero entrañable comitiva religiosa. Todo el camino de ida se hacía en profundo silencio. Una vez administrados los santos sacramentos, se iniciaba el regreso, que duraba unas dos horas. Don Ramón, en su caballo ruano, y yo a pie. Era el momento en el que nuestro párroco aprovechaba para ensayar. En las cuestas, que eran muchas, yo me auxiliaba cogiéndome al rabo del caballo. Con la respiración entrecortada iba intentando repetir los largos melismas de la «Misa de Angelis», particularmente los «Kyries».

Don Ramón me enseñó también a cantar lo que mis paisanos llamaban el «gorigori», término ya recogido en el llamado «Diccionario de Autoridades»; en la edición de 1803 se define dicho término como «voz con que el pueblo remeda el canto lúgubre de los entierros». Ángel Medina tiene asimismo un delicioso trabajo sobre este tema. Mis paisanos se acordarán de aquellos cortejos mortuorios desde Faeu, Brañasivil, Pende, Buscabreiro, Las Gallinas, Bustoutu, La Acebal, El Cándanu? hasta Lavio, bajo la presidencia de don Ramón; como el difunto era llevado a hombros, a veces por sendas tortuosas («carreiros»), había que hacer descansos en sitios ya establecidos, normalmente en cruces de caminos; estos descansos eran aprovechados para los responsos; el último era delante de la iglesia. «Cuqui» (es mi apodo familiar), me decía don Ramón, «un memento»; «Cuqui, ahora un ne recorderis». La diferencia estaba si en el bonete se depositaba una peseta o un duro. La melodía dialogada eran también diferente; el «memento» era más salmódico, más recitativo, mientras que el «ne recorderis» tenía mucho que ver con la tonada asturiana, por tanto más solemne. Una vez dentro de la iglesia, la antigua liturgia incluía, antes de la misa, parte de los maitines que se iniciaban con el «Regem cui omnia..» y varios salmos a dos coros entre los sacerdotes, si el funeral era de primera; si era de segunda o de tercera el canto dialogado era entre don Ramón y yo mismo. El momento álgido, esperado por todos los asistentes, era la interpretación que don Ramón hacía del «Parce mihi Domine»; su voz, entre bajo y barítono, con los decursos de la tonada asturiana, llenaba nuestra iglesia y los asistentes quedaban sobrecogidos. La fama de don Ramón estaba, pues, justificada; su sola asistencia a los funerales y romerías de los concejos de Salas, Tineo y Valdés ennoblecía la liturgia funeraria o festiva. Podría contar muchas anécdotas que viví con don Ramón, pues quedaron grabadas en mi mente como suelen quedar las vivencias infantiles.

Él fue el gran impulsor de la misa asturiana de gaita. Don Ramón, con su genio musical de raigambre popular, ennoblecía y enriquecía el tradicional canto gregoriano, bien de la liturgia de difuntos, bien de la «Misa de Angelis»; en manera alguna se puede tildar de degeneración del canto gregoriano; todo lo contrario: la misa asturiana de gaita ennoblece y enriquece, con las modulaciones de la tonada asturiana, los melismas de la «Misa de Angelis». En ocasiones «Falín», el profesor, con su armonio portátil, sustituía a la gaita. «Falín», otro salense, cuyo nombre ahora va vinculado a la repostería, forma parte de la memoria histórica de la música no sólo religiosa sino también profana de nuestro concejo; mis entrañables paisanos Faustino Miranda y Joaquín Cuervo, músicos de trompeta y acordeón, pueden confirmarlo.

Salas, a través de don Ramón y de otros renombrados cantores y gaiteros de sus aldeas están muy presentes en el libro de Ángel Medina. Por eso la Fundación Valdés-Salas, con el entusiasmo de su vicepresidente, Joaquín Lorences, renombrado colega universitario y muy querido paisano de La Espina, intenta que se reconozca el valor de esta joya cultural de naturaleza religiosa. Recientemente esta última localidad, en su tradicional «Festona», y Ribadesella disfrutaron en directo de esta joya. Los horizontes de perspectiva se ampliarán. En este empeño están igualmente comprometidos el propio Ángel Medina, Joaquín Pixán, orgullo de todos los asturianos que amamos la música y sobre todo la tonada asturiana, y el gaitero José Ángel Hevia, referencia histórica de la gaita asturiana; todos ellos colaboran desinteresadamente en este empeño. Soy conocedor del plan discográfico, periodístico y litúrgico que irá tomando realidad en las próximas semanas. También está comprometida la Iglesia asturiana; soy testigo directo de la favorable acogida que esta idea tuvo desde el primer momento en el cabildo catedralicio. En fecha que se conocerá oportunamente las bóvedas de nuestra catedral harán resonar una melodía que es una auténtica joya tanto desde una perspectiva cultural como religiosa. Evidentemente, las romerías de nuestros pueblos son, sin duda, el lugar más idóneo para la manifestación de la misa de gaita; pero es testimonial que la metrópoli del culto de la Iglesia asturiana acoja, de manera excepcional, una liturgia al son del instrumento más singular de la cultura asturiana. Así lo han entendido todos cuantos están participando en este proyecto.

Sirva esta modesta reseña para recordar a un sacerdote que dejó su impronta en nuestra parroquia de Lavio y en todo el concejo de Salas; escuchar la versión de la misa de gaita que me hizo llegar mi admirado Joaquín Pixán, interpretada por él mismo, fue introducirme en el túnel del tiempo y evocar aquellas vivencias compartidas con don Ramón en la década de los años cincuenta del pasado siglo.