viernes, 8 de febrero de 2013

MÚSICA Y EMOCIÓN


Acostumbro a decir que para mí la música es tan importante como la palabra. Afirmación que puede parecer excesiva si se toma al pie de la letra. Yo la pongo al pie, pero  del sentimiento. Del sentimiento  emocional al que ahora psicólogos, sociólogos, y todas aquellas personas que se dedican al estudio del comportamiento humano, le dan ahora  tanta importancia.  Mucho camino han recorrido quienes se dedican a estudiar la inteligencia desde el punto de vista de las emociones, de esa capacidad de reconocer sentimientos propios y ajenos y la facilidad para manejarlos. Mi primer contacto con ese nuevo concepto de inteligencia bajo el crisol de la emoción, se produjo en 1995, cuando cayó en mis manos el libro de Daniel Coleman titulado Emocional Intelligence. Pero no fue Coleman  pionero  en esta teoría, ya en 1920 el psicólogo estadounidense   Thorndike utilizó el término inteligencia social, resaltando la importancia de  factores que iban más allá de los meramente cognitivos. Es decir, de los factores emocionales.  Y desde entonces han sido muchos los estudios –fundamentalmente desde las universidades americanas-  que se han realizado en esa dirección. Ni que decir tiene que desde un principio me adherí con fuerza a esos nuevos conceptos, fundamentalmente porque comprobé en mi persona que si era capaz de gestionar mis sentimientos adecuadamente, era –en principio- más feliz y, además, sacaba un mayor rendimiento a mis pensamientos, redundando en la toma de decisiones  y en la eficacia de mis acciones.  Y también pude comprobar que aquellas personas que canalizaban  mal sus emociones tenían siempre en riesgo su estabilidad síquica. Entre el sentir y el pensar media siempre indefectiblemente la emoción controlada,  que no al libre albedrío. En exceso, hasta lo más saludable puede ser malo.
Y regreso al título: Música y emoción.  La primera, me conduce indefectiblemente a la emoción. Que, por otra parte –y eso debía de haberlo dicho ya- se produce siempre –la emoción, digo- por un estímulo externo. Qué decir de  los efectos que nos producen esos sonidos encadenados que conocemos como música.  Sirva para explicarlo un ejemplo muy sencillo: el cine. Nada escenifica más terror,
alegría, suspense…, que las bandas sonoras. Si nos detenemos  un poco y observamos nuestro comportamiento, las reacciones que tenemos siempre van precedidas del estímulo que nos proporciona el  lenguaje musical. Se acelera nuestro corazón, las pupilas se contraen o  se dilatan, se tensa el cuerpo,  se retrae la musculatura…, nos  adentrarnos en la situación sin que medie nuestra voluntad. Y todo ello merced a la emoción que produce la música. Por eso considero que es tan importante en nuestra vida el lenguaje de los sonidos. Las notas, adecuadamente enlazadas y combinadas, producen efectos en el cerebro que va más allá del puro razonamiento cognitivo, sin duda más lento.  El proceso se genera de manera espontánea y produce efectos a los que difícilmente llegaríamos tan directamente aplicando exclusivamente el razonamiento lógico.
Por todo esto que digo, y que vivo, defiendo que no debería de haber plan de estudios que no otorgase un puesto importante a la formación musical. Pues así, mejor que de ninguna otra forma, y fundamentalmente de manera más placentera, canalizaríamos esas neuronas que conducen  los impulsos que nos permiten pensar, sentir y actuar.
Y ya en otra ocasión comentaré la importancia d e la música en nuestro ocio.

                                     OS DEJO UN VÍDEO DE  JOAQUÍN PIXÁN Y ALFREDO KRAUS


No hay comentarios:

Publicar un comentario